martes, 15 de diciembre de 2020

Relato 351

                                Asepsia

Las dos salitas son rectangulares, asépticas, algo inhóspitas y están unidas entre sí por una puerta, siendo una de las salitas algo mayor que la otra. Huelen fragante a rosa recién cortada, a docenas de rosas rojas, blancas y amarillas, hábilmente encordonadas.

        La salita mayor contiene una mesa baja, algunas sillas, y un par de sofás para atender al velatorio mientras que la otra alberga las coronas de flores y el féretro refrigerado. Junto al féretro se encuentra una puerta camuflada en una pared de mármol de Siena, veteado y algo glacial, que lleva a las dependencias interiores del tanatorio.

        El ataúd, ovalado y pulcro, de pino piñonero, se encuentra descubierto dentro de una urna de cristal refrigerada. Contiene un difunto caro de rostro alargado y triste, piel encerada, reluciente, con traje y corbata de ayer mismo.  Con los ojos cerrados parece dormido, dan ganas de decirle: levántate, hombre y anda. En vano. Es el bello durmiente del cuento de nunca acabar…

        Entre faralaes de tafetán blancos yace estático mi padre muerto. 

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