martes, 7 de octubre de 2014

Relato 28

                                    Hipocondría     
 
          ―¿José María Arroyo?
           ―Sí, presente, soy yo.
          ― Pase, por favor.
           ―Gracias, señorita.
          ―¿Doctor Covarrubias?
          ―Adelante, José María.
         ―¿Qué tal está, doctor?
          ―Muy bien, siéntese, por favor.
          ―Y el TAC, doctor, cómo está mi TAC?
          ―Eso quiero comentarte, está perfecto.
          ―Qué dice, doctor? Eso no puede ser, sigo teniendo desmayos, esta mañana mismo sin ir más lejos me ha dado un vahído que casi me caigo del autobús. Mire bien, se lo pido por favor, debe haber algo, ha de haber algo ¿Puedo verlo, le importa, doctor, me  puede enseñar el TAC?
          ―No, no me importa, claro que no, aquí lo tiene, se lo pongo en la pantalla, examínelo usted mismo, acérquese por favor, y aquí está el informe del radiólogo donde pone sin anomalías, por si desea consultarlo. Observe estas imágenes, las diferentes secciones del cerebelo, las dos mitades perfectamente diferenciadas, y aquí la conexión con el bulbo raquídeo, los nervios cerebrales, fíjese, todos doce están absolutamente normales, sin incoherencias.
          ―Ya, doctor, pero no sé, no lo veo tan simple, la verdad, yo creo que esta rama del nervio trigémino, ésta que desciende por el bulbo está bien pero este otro, el acústico, yo lo veo un poco más ancho de lo normal, no le parece a usted, como un poco inflamado. Desde aquí, doctor, se ve mejor, mire, éste es el acústico, el del equilibrio como usted sabe y fíjese en esta rebaba, no me diga que esto es normal, yo no lo veo normal, mis mareos son de pérdida de equilibrio, sabe usted, insoportable, créame, se lo bien aseguro, cuando me da es que me desvanezco y me caigo en cualquier sitio. Usted es el especialista y el que sabe pero yo creo que este nervio acústico está más hinchado. Estoy casi convencido que mis desfallecimientos vienen de ahí. Algo ha de haber en mi cerebro, doctor, seguro pues yo sigo teniendo vértigos y nauseas, se lo juro, no puedo vivir así.
          ―Lo siento, José María, no puedo hacer nada más por usted, las pruebas son correctas, los análisis no detectan nada, con la medicación le ha de pasar. De hecho no le haría falta. Puede que sea algo transitorio, antes no tenía estos desvanecimientos, mire de relajarse, vaya al campo, tome aire puro, no sé, haga algo diferente. La atmósfera está cada vez más enrarecida, el otro día leía en Ciencia Medical que hay personas sensibles al movimiento de la tierra, tenga usted en cuenta que el planeta gira a mil setecientos kilómetros por hora y nosotros con él. Puede que su sensibilidad sea tan extrema que note este movimiento, pero la ciencia médica hoy por hoy no puede hacer desgraciadamente nada más por resolver su dolencia. Créame que lo siento.

          ―Gracias, doctor Covarrubias, pero no me voy a quedar de brazos cruzados, con su permiso consultaré otro médico. Alguien ha de explicarme qué me sucede, embarazado no estoy, no es posible. No puedo vivir así, enfermo, desatendiendo a mi esposa, mis cuatro hijos adoptivos, mi negocio de diseñador, todas mis responsabilidades, necesito que me curen, necesito un diagnóstico. Estoy aprendiendo mucho de esta enfermedad, sabe usted, doctor Covarrubias, acabaré estudiando medicina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario