martes, 9 de diciembre de 2014

Relato 37

                                            Bebedor

 Estoy jodido Raúl, bien jodido. No encuentro nada. A mi edad no es fácil. Se jubilaron y nos jodieron. Cerraron. A la calle sin indemnización y con una porquería de paro que ya se me acaba. No sé qué hacer; no sé a dónde más acudir. Tú aún tuviste suerte y encontraste empleo, pero yo estoy mal, muy mal. La vida es una putada: cuando trabajas, bien, cuando no, a la mierda contigo. Así es el sistema capitalista. Te pasas la vida sacrificándote por los tuyos y luego no te queda nada ni nadie. Casa es un infierno, con la luz cortada, un glaciar. Suerte que está pagada, sino nos echarían. Mi mujer me mira con ojitos de pena cada vez que me ve. Como si eso me ayudara. A mí se me revuelve el estómago cuando les veo en el comedor social. Sólo te quieren para trabajar y llevar dinero a casa. Se ha vuelto muy egoísta, ella a sus hijos, y a mí que me jodan. El mayor me odia. El otro día me faltó al respeto: me dijo que era un alcohólico. No le culpo, qué sabe él de la vida. Tampoco me importa. Es el preferido de su madre. A ella sólo le interesa mantener las apariencias y protegerlos. Se pasa el día quejándose por todo. Me desespera. Yo callo, bebo y dejo hacer. No hay remedio, sin trabajo, no veo solución. Hace tres meses que empecé a beber, Raúl. Cada vez bebo más y más. Vino tinto, me pirra, lo odio, me aborrezco. Está arruinando mi vida, pero no sé parar o no quiero o no puedo. Me ayuda a olvidar cosas, a olvidar que soy un fracasado que vive en un callejón ciego y que no importo a nadie. Voy arrastrándome solo con todo ello y hecho una piltrafa, Raúl, no sé qué va a ser de mí, de nosotros, sin ti, si tú también me dejas. No le veo salida.

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