martes, 17 de julio de 2018

Relato 225


                                         Felicidad

Jamás había visto una persona tan feliz. Siempre estaba de buen humor, con la sonrisa en la cara, iluminándosela, daba igual con quien hablara o el tema que trataran, siempre le veía relajado, amable, afectuoso y atento. Parecía disponer de todo el tiempo para el interlocutor, era algo que me llamaba la atención, yo, generalmente actúo diligentemente y con poco esmero en la socialización. Con el trato frecuente adquirimos cierta confianza.
        Un día le pregunté a qué se debía su talante agradable y que emanara tanta empatía según me parecía a mí.  Me confió su secreto: vivo como si cada relación fuera nueva, como si la estrenara, como si no la hubiera conocido antes, como si el ayer no hubiera existido, como si sólo existiera este momento, vivo al día sin rémoras del pasado ni del futuro, en definitiva  ̶—añadió, mirándome a los ojos —abordo el presente con inocencia y sin expectativas, sin que me pesen ni frenen las emociones pasadas.
        —Uf, respondí, eso lo veo muy difícil, no te parece que "un vivir como si" tiene mucho de ficticio, que se parece a vivir en un teatro.
        —Eso es, el teatro de la vida, me acerco al otro sin distancias ni prejuicios, cada día es diferente, relacionándome sin cargas emocionales, éste es mi secreto, vivir libre de ataduras del pasado, vivir en armonía amorosa, sin miedo al otro ni al pasado ni al futuro. Es un vivir volcado al presente, concluyó.
        —Felicidades, le dije, pero esto no me parece posible, somos historia andante, el pasado cristaliza en el presente y proyecta el futuro, no se puede abandonar el bagaje personal como la serpiente muda de piel.
         —Sin embargo, sí se puede, basta con romper con los esquemas del pensamiento tradicional, vive sin buscar compararte, seguro de tu plenitud en cada momento. Todo lo que necesitas lo llevas contigo, nada de fuera puede aumentarte o menguarte, nada del mundo que te rodea puede perturbarte ni afectarte, eres completo ahora mismo, siempre sucede lo que ha de suceder y estás aquí para presenciarlo, dar fe, impregnarte y observarlo.
        Como mi cara era un poema de extrañeza, continuó:
        —Toma la vida como un cúmulo de experiencias para el crecimiento espiritual, de lo invisible en ti, donde lo que importa no es lo que te pasa, sino qué haces con  lo que te pasa, qué te aporta, qué le aportas al mundo.
         —¿Y esto cómo lo haces? ¿Cómo se puede vivir con las emociones tan integradas y al tiempo tan desapegado de todo?  —pregunté, estupefacto. 
         —Olvidándome del mí y del ti. De hecho nada de eso existe, somos un solo ser con la naturaleza. La paz llega al descubrir esta alianza  y al dejar el yo a un lado. La separación es la causa del sufrimiento humano y verla te lleva a la plenitud del ser. Elude la separación, fusiónate con el entorno y serás feliz —me respondió.
         —Ah, es eso, —contesté —creí que sería algo diferente, algo nuevo. 
        —Lo es, respondió, mientras se alejaba.
           
        Pasados unos días seguía Sócrates tan feliz charlando de lo suyo en el ágora, me acerqué de cara, le saludé, pero hizo como si no me conociera. 

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