martes, 24 de julio de 2018

Relato 226


                                 Tocayo

Domingo, duchándote, y hoy, veinticuatro de julio, a la incineradora. Quién te lo iba a decir, tocayo, quién nos lo iba a decir. Tu hermano y tutor oía la ducha, pero no te oía a ti, entró en el baño y allí te encontró, sentado en la bañera, uno de tus lugares favoritos, te pasabas horas allí, el agua corría por el suelo y tú, con la cabeza apoyada en la mampara, te fuiste en secreto, en la intimidad del baño, tu espacio seguro. Quién te lo iba a decir, tocayo, quién nos los iba a decir.
        Naciste con un corazón atrofiado, sucesivas intervenciones y marcapasos guiaron tu vida, repercutieron en tu edad mental, apenas llegaste a los diez, fuiste un niño prodigioso que no quiso crecer. O no te dejaron. Requerías muchos cuidados, tus padres vivían pendientes de ti, como ahora lo hacía tu hermano y tutor. El dos de julio cumpliste sesenta y tres, hablé contigo, estabas contento, habías llegado griposo a la casilla 63 del lago de las ocas, otro de tus juegos predilectos junto con el dominó y las cartas, habías triunfado, eras invencible, tu colosal memoria te respaldaba. Nunca te olvidaré. Quién te lo iba a decir, tocayo, quién nos lo iba a decir.
         Hablamos poco, tenemos el mismo nombre, te gustaba decirme tocayo y a mí oírtelo decir y decírtelo: tocayo. Estabas comiendo y no querías hacer esperar a tu hermano ni a tu cuñada ni a tu sobrina de veinte años, con quien jugabas cuando era una cría a barquitos en la bañera; quién te lo iba a decir, quién nos lo iba a decir que te quedaba tan poca vida hace apenas un mes.
        La ceremonia de despedida ha sido austera, como fue tu vida, sonreías en la caja, te dejaron bien los maquilladores, parada cardiorrespiratoria, el forense se extrañó que con tu historial hubieras vivido tanto. No sabía que querías llegar vencedor a la casilla 63 y sabes, Xavier, tampoco se lo dije. En el libro de duelo te he dado las gracias por haberte conocido, por tu generosidad.
        Ahora serás incinerado y tus huesos convertidos en polvo. Ya sabes. Podrás liberarte de las cargas del pasado y volver a la casilla de salida del juego de la vida con otros dados, tocayo, pues la partida empieza de nuevo para ti.
         A jugar, tocayo.
        Máxima suerte.      

No hay comentarios:

Publicar un comentario