martes, 28 de julio de 2020

Relato 331


                                  Censura

Me dijo que se llamaba Nyholm (o eso entendí en mi inglés) y que era periodista danés. Un hombre de cabello blanco, delgado, de unos setenta años, de aspecto afable. Se sentó a mi lado donde quedaba un asiento libre  en el tren de cercanías de las once de la mañana el pasado sábado, once de julio. El convoy de doble altura iba repleto de gente joven con sombrillas, neveras portátiles, atuendos de playa… y charlaban animadamente sin importarles estar de pie. El Sr. Nyholm me dijo que se dirigía a Cunit a saludar a unos amigos y yo le comenté con mi inglés catalán que iba a Cubelles a presidir una reunión de vecinos aplazada desde hacía cuatro meses a causa del covid-19. Todos llevábamos la mascarilla puesta para evitar contagios.
        Me comentó que había dirigido algunos periódicos en su tierra natal y que ejerció de corresponsal de guerra en los Balcanes durante un tiempo y que había visto tantos horrores que había perdido completamente la confianza en la clase política. Mantenía la fe en la sociedad civil, eso sí, creí entenderle. Hablaba despacio y yo seguía sus palabras con atención ya que me parecían las de un hombre experto en conflictos internacionales, digno de ser escuchado. Estaba promocionado un libro que acababa de publicar.
        Me dijo que estaba siguiendo de cerca el proceso de independencia de Cataluña, que él asemejaba al de la independencia de la colonia de Cuba, y que Facebook le había censurado una entrevista a un diario digital. Se quejaba de lo que para él había sido una fea maniobra gubernativa. En su experiencia me dijo que las democracias se pervierten en dictaduras cuando empiezan a violar los derechos humanos y a censurar la libertad de expresión como sucedía aquí. La derecha no tolera las diferencias, les tienen miedo y tienden a imponerse saltándose la separación de poderes a su uso y conveniencia. Lo había vivido en países africanos que había cubierto como corresponsal (no recuerdo qué países), aunque había publicado algún libro al respecto hacía tiempo.
        Me interesé por el asunto y aunque uno no está puesto en política no me parecía razonable silenciar la voz de un hombre sensato. Sin embargo, cuando le comenté que publicaba en un blog de escritura de ficción y le propuse que si me pasaba el enlace de la entrevista censurada podría mencionarlo, él me sonrió condescendiente y no me respondió. En aquellos momentos cruzábamos a toda velocidad los túneles del Garraf, recuerdo el ruido sordo del tren al entrar y salir de los túneles y los fogonazos del mar apareciendo en los intermedios y la mirada del Sr. Nyholm, una persona culta e intelectual, perdida una vez más en la oscuridad del vagón. Creí entenderle susurrar: “quién quiera oírme, me encontrará…” 
        En Sitges bajó mucha gente y nos acomodamos mejor en los asientos, pudiendo estirar las piernas. Llevaba una bolsa de piel marrón con el escudo danés. Hacía mucho que no vivía en Dinamarca por el clima, me dijo y yo le comenté que tenía un amigo que estaba estudiando danés para poder hablarlo con su novia danesa cuando la viera en el mes de agosto.
        Vosotros, los catalanes, sois así, respetuosos con la lengua del otro y con las diferencias, lo lleváis en vuestro ADN, dijo finalmente.

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