martes, 29 de julio de 2014

Relato 18

                                       Lluvia

Sus lágrimas se mezclan con la ligera lluvia que empieza a caer justo al salir del portal. Le hubiera gustado decirle lo mucho que la amaba, que no importaba que estuviera casada, que tenían una vida por delante para reiniciarla juntos y que se merecían ser felices, le hubiera gustado haberla convencido. Se ajusta el cinto de la gabardina, se levanta el cuello y se acomoda el sombrero. Mira hacia arriba, la lluvia fina se incrementa, empieza a mojarse y acelera el paso. Va por el centro de la calle, una de empedrada y estrecha del barrio judío de Barcelona, tratando de evitar el goteo continuo de la ropa tendida, en su mayoría blanca. Las manos, apretujadas, escondidas en los bolsillos y en su rostro, enjuto, en tensión las barras. Está desolado. Le duele haberse quedado con aquello en el estómago, no haberse atrevido, va a perderla para siempre y ese sólo temor le corroe la médula y le destroza las entrañas. Podía haber hecho más, —se dice en voz baja— pero ha sido ella quien no ha querido, la que ha tomado la decisión última, la de abandonarme y la de endosar el embarazo a su marido.
          
           — ¡Un hijo mío en manos de un desgraciado! —se lamenta desairado.

         Se va llorando, cabizbajo, no va a volver, eso es seguro, el cernidillo cae cubriendo el empedrado de finas y estrechas lágrimas.

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