Autobiografía
Nací ayer, amigos,
aunque han pasado sesenta y dos años y fue en Tánger, pero en eso no tuve nada que ver.
Padres, deseosos de abrir una pastelería café al estilo de Rick en Casablanca,
se fueron a Tánger en 1953 cuando esta ciudad bullía en vida, internacional y rica, llevándome madre en su barriga. Una
tarde de abril, ayer, mientras madre daba vueltas a la mesa del comedor, asomé
mi cabecita entre sus bragas negras y caí al suelo envuelto en sollozos, sangre
y placenta. Padre me cortó el cordón aún no sabe cómo. Enseguida me di cuenta de
que entraba en un mundo oscuro y peliagudo. Como siempre estaban trabajando me
buscaron un compañero de juego: una monita. Nos lo pasábamos de risa, empecé a
hablar como ella y cuando se murió de un empache de melón me quedé mudo, creo
que de pena, fue entonces cuando según mis padres empecé a escribir. Desde
entonces no he parado. Escribo cada día y publico los martes en un blog, os
invito a ser los primeros seguidores. La aventura africana se fue al garete en
pocos años y volvimos a España para que nacieran mi hermano y hermana en
Barcelona. Por la noche estudié, he sido maestro pastelero, artista del pincel,
ingeniero, bohemio y filósofo y me he ganado la vida un poco con todo ello. He
sobrevivido y ahora vivo. Esta mañana he pasado unos años en la India con un
gurú dedicado al misterio de la vida y la muerte, y otras sandeces y después de
enamorarme mucho, de todas y de todo este mediodía me he casado por lo civil con
la mujer que amo y conozco desde hace milenios según el gurú. Soy muy feliz, a
pesar del loco mundo. Hemos tenido un par de hijos que ya son más mayores que
yo. Esta tarde he cumplido sesenta y dos y un
día, el tiempo pasa absolutamente veloz, ya lo dijo el relativo Albert. En fin,
amigos, si no os gusta esta autobiografía, puedo redactar otra, tengo muchas,
gracias.
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